Llanto Ofidio

El Mundo no sabe hacia dónde va, y yo tampoco.

En más de una ocasión me pregunto qué estoy haciendo.
Más nunca me pregunto por qué no estoy haciendo.
Lo que hice siempre, lo único que me importa, 
el camino lógico, la única salida de todo esto.

Parece que las metas propuestas por la antigua visión
se diluyen día tras día. Y día tras día parezco estar más y más solo.
O me siento gradualmente menos comprendido.
Y en lugar de no importarme, me pesa y carcome la conciencia.

Observando desde lejos la creciente falta de sentido en lo que todo parece estar sumido, 
donde cada acción es más producto de la resignación que de una apropiada reacción.
Obligado a entrar en una cámara de eco que me aisle de todo lo demás.
De la estupidez generalizada. De la aceptación de la decadencia.
De las paredes destruidas. De los gritos ininteligibles.
De la manipulación de la Justicia. De la tergiversación de las palabras.

El rechazo se siente, se percibe; induce a la inacción, al desgano, 
a la concluyente futilidad de todo esfuerzo en el que no haya una meta clara.
La respuesta tal vez esté, precisamente, en la claridad de las metas.



En la búsqueda de nuevos caminos, que no son otra cosa que los caminos de siempre,
esta vez empantanados y oscurecidos por la creciente resignación a la confusión ajena, 
que pretende reescribir las leyes del poder con imperdonables errores de ortografía.
Que pretende apropiarse de las cavernas de otros y reescribir las leyes de supervivencia.
Refugiándose en el calor compartido, de vez en vez, saqueando la leña por otros cortada.
Porque El Invierno llegará, y no habrá delusiones ni saqueos que lo impidan.

Hormigas amontonadas en pos de concentrarse en atacar una misma herida,
con la certeza de que de esa manera someterán a los titanes.

Por qué me importa tanto buscarle un sentido?
Por qué me ensaño en repetirme, como un loco, las palabras de la razón a mí mismo?
Por qué no hallo una manera de enfocarme en otras cosas que me provean de sustento?

El Mundo no sabe hacia dónde va.
Y con cada día que pasa,
intuyo que yo tampoco.

Aún así, me llevo lo mío conmigo.
Y tal vez sólo deba tener presente tomarme todo esto con humor.

Porque eventualmente, todo pasará. 
Los ciclos existen para nunca detenerse, y tal vez llegará una Era de La Razón 
en la que me encuentre a gusto y rodeado de personas que comprendan aquello
que nunca debió de ignorarse en pos de inventar soluciones para problemas 
que nunca fueron tales.

El momento en que la serpiente muda de piel, 
abandonando lo que fue para renovarse y seguir adelante.
Tal vez este proceso natural sea terriblemente doloroso...
pero no existen registros del llanto ofidio,
en el mudo y natural estoicismo que integra su esencia.


Comentarios

Entradas populares