Hartazgo o Impasse
Todo parece tan mediocre.
La debilidad y la hipocresía de un ser humano incapaz
de hacer las paces consigo mismo ni con su entorno,
que en la ignorancia de lo realmente importante
deja amplio lugar al terreno de lo insuficiente, de lo inmaduro, de lo inmerecido.
Me encuentro incapaz de hallar mi felicidad o de encontrar una motivación,
porque cualquier otro encuentra motivos en metas insignificantes o ídolos de barro,
celebrando lo mínimo, lo plagiado, lo detestable, lo imperdonable.
Me miro desde afuera, odiando la forma en la que los vicios
dejan lugar a las excusas; a los accidentes que acaban siendo la realidad.
Con la boca cerrada en un rictus, como único testimonio de mi inconformidad.
Cómo la debilidad del ser humano siempre busca a otros
para usar cual muletas. Necesitando, exigiendo, drenando, berreteando.
Repitiendo cual sermones todo lo que la televisión les ha metido en la cabeza.
Convirtiendo el dogma en religión, haciendo oídos sordos a la razón.
Justificando el mal hacer en los errores
de quienes nos han antecedido,
haciendo eco de sentimientos obsoletos, primitivos, básicos, inferiores.
Un hartazgo que excede mi propia necesidad de sentirme superior,
al verme incapaz de quitarme los estigmas de mi entorno.
Muchas veces siento la necesidad de gritar, de quitarme la furia
que mancha mi soledad, de desear un borrón y cuenta nueva
que prescinda de excusas.
Fantaseo con una revolución que no ocurre; deseo hallar algo
que nunca acabo por encontrar, pero casi puedo palpar.
Una tortura constante que altera mis ciclos naturales,
que deforma mis méritos, que me aparta de lo mundano.
Anhelo un impasse, un tiempo en cámara lenta
que me permita recuperar una posición ventajosa.
La crueldad invernal me hiela los instintos, la buena voluntad,
la inercia favorable. Golpe tras golpe tras golpe,
no hallo misión, motivo ni salida aparente
a este laberinto plagado de mediocres que viven presos
de políticas, avatares y costumbres cavernarias.
A veces olvido todo lo que se me ha dicho.
A veces olvido todo lo que he aprendido.
A veces olvido respirar profundo.
A veces olvido empezar de nuevo.
La debilidad y la hipocresía de un ser humano incapaz
de hacer las paces consigo mismo ni con su entorno,
que en la ignorancia de lo realmente importante
deja amplio lugar al terreno de lo insuficiente, de lo inmaduro, de lo inmerecido.
Me encuentro incapaz de hallar mi felicidad o de encontrar una motivación,
porque cualquier otro encuentra motivos en metas insignificantes o ídolos de barro,
celebrando lo mínimo, lo plagiado, lo detestable, lo imperdonable.
Me miro desde afuera, odiando la forma en la que los vicios
dejan lugar a las excusas; a los accidentes que acaban siendo la realidad.
Con la boca cerrada en un rictus, como único testimonio de mi inconformidad.
Cómo la debilidad del ser humano siempre busca a otros
para usar cual muletas. Necesitando, exigiendo, drenando, berreteando.
Repitiendo cual sermones todo lo que la televisión les ha metido en la cabeza.
Convirtiendo el dogma en religión, haciendo oídos sordos a la razón.
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Ilustración de Alex Grey > http://www.alexgrey.com/ |
Justificando el mal hacer en los errores
de quienes nos han antecedido,
haciendo eco de sentimientos obsoletos, primitivos, básicos, inferiores.
Un hartazgo que excede mi propia necesidad de sentirme superior,
al verme incapaz de quitarme los estigmas de mi entorno.
Muchas veces siento la necesidad de gritar, de quitarme la furia
que mancha mi soledad, de desear un borrón y cuenta nueva
que prescinda de excusas.
Fantaseo con una revolución que no ocurre; deseo hallar algo
que nunca acabo por encontrar, pero casi puedo palpar.
Una tortura constante que altera mis ciclos naturales,
que deforma mis méritos, que me aparta de lo mundano.
Anhelo un impasse, un tiempo en cámara lenta
que me permita recuperar una posición ventajosa.
La crueldad invernal me hiela los instintos, la buena voluntad,
la inercia favorable. Golpe tras golpe tras golpe,
no hallo misión, motivo ni salida aparente
a este laberinto plagado de mediocres que viven presos
de políticas, avatares y costumbres cavernarias.
A veces olvido todo lo que se me ha dicho.
A veces olvido todo lo que he aprendido.
A veces olvido respirar profundo.
A veces olvido empezar de nuevo.
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