Mal, estar
No es dolor, más su presencia enturbia el pensamiento.
No es deseo, pero el pecho se percibe inflamado.
Tal vez sea falsa necesidad; tal vez, anhelo de aprobación.
Si no se acortan las distancias, importa lo que sea en realidad?
La sensación de dejar las cosas sin terminar afecta el juicio;
la sensación de que hay cosas más importantes que uno, influye.
Permitir que la falta de orden en los demás contribuya a nuestro caos
y no enfocar las fuerzas y la voluntad en mejorar es la única certeza.
Convertir todo en un acertijo, como si no hubiera suficientes incógnitas ya
le quita valor a lo hecho, a lo planificado, a lo estipulado, a lo pautado:
Hacer de otro el centro de los pensamientos y las emociones personales
decolora, añeja y corroe nuestro afán de cumplir nuestras metas.
La costumbre hace que uno sienta en el paladar la amargura;
la experiencia hace fruncir el ceño y volver sombrío el semblante.
Quizás, y sólo quizás, atribuir las causas del malestar a lo fortuito
permita al cuerpo recuperar su ritmo, deje a la mente liberada de nudos.
Simplemente, a veces pasan cosas que nos excitan.
Nos llevan a pensar que el entorno está cambiando.
Y en el apuro de disfrutar cuanto antes de su recompensa,
obviamos el examen de la realidad y sus hechos.
Olvidamos que siempre hace falta una excusa
para decirnos la verdad sin más vueltas.
Para expresarnos como siempre añoramos
siempre hay que crear algo a lo cual echarle la culpa.
Olvidamos que eso no es la naturaleza,
sino lo que naturalmente nos han enseñado.
Y olvidamos que si dejamos que ésto nos afecte
seremos igual que el resto, caminando a ciegas...
...y postergando la felicidad propia por los llantos ajenos.
...y pensando la vida sólo como ausencia de la muerte.
...y deseando que el Azar se vista de Destino.
...y sintiendo que Más Allá, seremos gratificados.
No es deseo, pero el pecho se percibe inflamado.
Tal vez sea falsa necesidad; tal vez, anhelo de aprobación.
Si no se acortan las distancias, importa lo que sea en realidad?
La sensación de dejar las cosas sin terminar afecta el juicio;
la sensación de que hay cosas más importantes que uno, influye.
Permitir que la falta de orden en los demás contribuya a nuestro caos
y no enfocar las fuerzas y la voluntad en mejorar es la única certeza.
Convertir todo en un acertijo, como si no hubiera suficientes incógnitas ya
le quita valor a lo hecho, a lo planificado, a lo estipulado, a lo pautado:
Hacer de otro el centro de los pensamientos y las emociones personales
decolora, añeja y corroe nuestro afán de cumplir nuestras metas.
La costumbre hace que uno sienta en el paladar la amargura;
la experiencia hace fruncir el ceño y volver sombrío el semblante.
Quizás, y sólo quizás, atribuir las causas del malestar a lo fortuito
permita al cuerpo recuperar su ritmo, deje a la mente liberada de nudos.
Simplemente, a veces pasan cosas que nos excitan.
Nos llevan a pensar que el entorno está cambiando.
Y en el apuro de disfrutar cuanto antes de su recompensa,
obviamos el examen de la realidad y sus hechos.
Olvidamos que siempre hace falta una excusa
para decirnos la verdad sin más vueltas.
Para expresarnos como siempre añoramos
siempre hay que crear algo a lo cual echarle la culpa.
Olvidamos que eso no es la naturaleza,
sino lo que naturalmente nos han enseñado.
Y olvidamos que si dejamos que ésto nos afecte
seremos igual que el resto, caminando a ciegas...
...y postergando la felicidad propia por los llantos ajenos.
...y pensando la vida sólo como ausencia de la muerte.
...y deseando que el Azar se vista de Destino.
...y sintiendo que Más Allá, seremos gratificados.
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