Cínico Festival
Sentís que un espíritu de contradicciones te aborda
cuando se acercan eso que nuestra gente dio en llamar "Las Fiestas".
Ignorás la mayoría de los mensajes, pero te encargás puntualmente de enviar todos.
Te hacés lugar en la agenda para esa celebración en la que no queda nadie por conocer,
pero estás pensando en todos aquellos que valen la pena y que no están invitados.
Pecás de pensamiento, palabra, obra y omisión, pero ya hiciste tu generosa donación.
Llega la noche, llega el brindis, llega una catarata inconexa de emociones; atrás quedó la comida, los asuntos pendientes, las disculpas mudas, los regalos que se hacen de compromiso y por ello mismo fingimos aceptar.
En lo largo y ancho de un año, se ponen todas las expectativas en una celebración que poco y nada tiene para sanar, que nada tiene de reconocimiento a uno mismo en sus aciertos y en sus aprendizajes.
Se pretende a veces, hacer de cuenta que uno celebra la alegría de los chicos y sus ganas de recibir regalos en un solo día, que palien tal vez semanas o meses de ausencia parental, como a uno, ahora piensa, pudieron haberle hecho creer tiempo atrás.
Gastando, enloqueciendo, estresando, haciendo rigurosos los horarios, intransitables las calles y vanos todos los esfuerzos.
Como si a través de la innecesaria opulencia, toda esa ira reprimida, llanto acumulado y soledad sostenida en plural, se pagara de forma justa.
Como si de esa manera se olvidaran los errores, las heridas y las disculpas de corazón que no se dieron cuando debieron.
Como si por todo el frenesí corrido, la ducha a las apuradas, los gritos a los chicos, los envoltorios para lo único que hallaste disponible y las sonrisas falsas a esos que están y que no queremos ver en contraste con las lágrimas ocultas por aquellos que queremos ver y ya no están, una cena regular y 120 minutos en tensa compañía remediará todo.
Adornás la puerta, el living, el comedor y hasta el wallpaper de tu celular
esperando, no sé... un milagro?
Por qué en lugar de esperar que un milagro ocurra un día
no salís a buscarlo los otros trescientos sesenta y pico restantes?
cuando se acercan eso que nuestra gente dio en llamar "Las Fiestas".
Ignorás la mayoría de los mensajes, pero te encargás puntualmente de enviar todos.
Te hacés lugar en la agenda para esa celebración en la que no queda nadie por conocer,
pero estás pensando en todos aquellos que valen la pena y que no están invitados.
Pecás de pensamiento, palabra, obra y omisión, pero ya hiciste tu generosa donación.
Llega la noche, llega el brindis, llega una catarata inconexa de emociones; atrás quedó la comida, los asuntos pendientes, las disculpas mudas, los regalos que se hacen de compromiso y por ello mismo fingimos aceptar.
En lo largo y ancho de un año, se ponen todas las expectativas en una celebración que poco y nada tiene para sanar, que nada tiene de reconocimiento a uno mismo en sus aciertos y en sus aprendizajes.
Se pretende a veces, hacer de cuenta que uno celebra la alegría de los chicos y sus ganas de recibir regalos en un solo día, que palien tal vez semanas o meses de ausencia parental, como a uno, ahora piensa, pudieron haberle hecho creer tiempo atrás.
Gastando, enloqueciendo, estresando, haciendo rigurosos los horarios, intransitables las calles y vanos todos los esfuerzos.
Como si a través de la innecesaria opulencia, toda esa ira reprimida, llanto acumulado y soledad sostenida en plural, se pagara de forma justa.
Como si de esa manera se olvidaran los errores, las heridas y las disculpas de corazón que no se dieron cuando debieron.
Como si por todo el frenesí corrido, la ducha a las apuradas, los gritos a los chicos, los envoltorios para lo único que hallaste disponible y las sonrisas falsas a esos que están y que no queremos ver en contraste con las lágrimas ocultas por aquellos que queremos ver y ya no están, una cena regular y 120 minutos en tensa compañía remediará todo.
Adornás la puerta, el living, el comedor y hasta el wallpaper de tu celular
esperando, no sé... un milagro?
Por qué en lugar de esperar que un milagro ocurra un día
no salís a buscarlo los otros trescientos sesenta y pico restantes?
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