Aullido en Lunae
La brisa de madrugada extinguió todo calor terrenal,
más aun, mi alma arde de azules e infierno dentro de mi cuerpo.
Siento crecer cada cabello, aguzarse cada mirada, hallar en detalles a la presa escondida.
Se han destrozado las cadenas de voluntad que aprisionaban a mi bestia en la somnolencia del quizás.
Cada pieza de mi vida es violentada por el instinto,
ese mismo instinto cautivo tras murallas de racionalización implacable,
ese mismo instinto que tantas veces tuvo razón sin exigirla,
ese mismo instinto con el que a través de generaciones y en cuna de luchadores, he nacido.
No hacen falta lunas llenas cuando las hijas de Selene celebran su razón de ser: su lunae.
El último suspiro de los amantes que se han consagrado a Venus.
La agonía de las Saturnalias y sus excesos del día después.
El fin de El Sol abrasador, y su resaca de incertidumbres.
El día de todo nuevo comienzo, al amparo del crepúsculo, aúllo y aúlla mi alma,
con las papilas dilatadas por la incipiente cacería,
con las pupilas afiladas por la oscuridad que nos gobierna.
más aun, mi alma arde de azules e infierno dentro de mi cuerpo.
Siento crecer cada cabello, aguzarse cada mirada, hallar en detalles a la presa escondida.
Mi olfato es agudísimo, penetrando a través de las volutas de mi propio cigarrillo:
siento la ansiedad,
oigo la respiración entrecortada,
veo el rubor y la inquietud en el aura,
y huelo el deseo; el tuyo, el mío.
Se han destrozado las cadenas de voluntad que aprisionaban a mi bestia en la somnolencia del quizás.
Cada pieza de mi vida es violentada por el instinto,
ese mismo instinto cautivo tras murallas de racionalización implacable,
ese mismo instinto que tantas veces tuvo razón sin exigirla,
ese mismo instinto con el que a través de generaciones y en cuna de luchadores, he nacido.
No hacen falta lunas llenas cuando las hijas de Selene celebran su razón de ser: su lunae.
El último suspiro de los amantes que se han consagrado a Venus.
La agonía de las Saturnalias y sus excesos del día después.
El fin de El Sol abrasador, y su resaca de incertidumbres.
El día de todo nuevo comienzo, al amparo del crepúsculo, aúllo y aúlla mi alma,
con las papilas dilatadas por la incipiente cacería,
con las pupilas afiladas por la oscuridad que nos gobierna.
Comentarios