Hogar hoy

Desde la concepción al nacimiento,
en nuestro ser llevamos una voluntad nutrida por generaciones:
incluso antes de ir a ninguna parte ya somos una pieza histórica.

Nos abriga el abrazo materno, nos protege la mirada paterna.
Los sonidos y colores de nuestro entorno definen nuestras inquietudes,
y nuestras carencias o temores conforman nuestras supersticiones.

La tierra del lugar en que vivimos tiene sabores, y luego texturas y formas.
Nuestras sábanas, los primeros juguetes, las primeras y definidas amistades,
todas ellas nos muestran un mundo que comprender y del cual aprender.

Más al crecer y desarrollarnos, otras preguntas nos determinan un sendero.
Para algunos, ya creado y previsto; para otros, aún por construirse.
Anhelamos tocar las aguas azules de esas revistas extranjeras,
nos arde la necesidad de ver la nieve, o las montañas lejanas.

Paulatinamente, todo aquello que nos definía, se decolora con el paso de la rutina,
y perdemos casi sin quererlo el aprecio al lugar del que venimos,
porque nos excita más descubrir hacia dónde vamos...

Con el paso del tiempo y los nuevos puentes tendidos,
que hacen que podamos viajar sin siquiera movernos,
ni siquiera eso basta para tener paz y solaz en nuestro corazón.

Llegamos a convencernos, incluso, que nuestro hogar no está en donde nos encontramos,
sino en ese terreno intermedio en que dos personas se conocen.
Al menos yo, me he convencido
de que hogar hoy no es mi casa,
ni mi historia heredada,
ni el sabor de mi tierra,
ni mi sumatoria de temores.

Comentarios

Entradas populares