[H]eridas sin cicatriz

Un designio de la distracción, una llamada de atención,
algunas veces una prueba irrelevante sobre nuestra hidalguía,
o una alarma biológica que intenta decir algo,
básicamente, así podríamos llamar a una herida.

El calor febril que todo tiñe de rojo en su lento manar;
el castigo al exceso que no se supo desaprovechar;
la voz de las venas y arterias con las puertas abiertas:
así se sintetizaría el sangrado.

Una marca que es huella de caminos pasados y errores constantes.
Un souvenir del peligro enfrentado, o del trofeo a la cobardía.
La última advertencia, o la primera evidencia del fin de una vida.
Eso define a una cicatriz.

En cada palabra hay una espada, y en cada desilusión una enseñanza.
Aquel que responde, también hiere.
Aquel que no aprende, sólo sangra.
De cada quien depende sobreponerse y continuar la lucha...

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