[H]oy, el dolor como anestesia de la mente.

  Todas las personas cometemos errores.
  Sin excepciones, con buenas o malas intenciones mediante, caemos en un sitio en el cual creímos ver de manera acertada algo que a todas luces resultaba en una pifia monumental.

  Muchos de nosotros, tras un mesurado período, llegamos a analizar nuestra responsabilidad en las faltas acaecidas. Las más de las veces, esto ocurre lo suficientemente tarde como para no poder enmendarlo a tiempo.
  Otros, a veces (incluso nosotros mismos), buscamos la manera de que el universo nos perdone sencillamente culpándonos de la situación en general, porque quizás ese ídolo que veneramos y que pensamos que está allá arriba se acuerde de nosotros y nos prodigue con algo de buena fortuna al cargarnos con el peso total de las circunstancias erradas.

  Muchas de estas veces, la actitud de aceptar nuestros errores nos lleva a la madurez; a marcar en nuestro Cuaderno de Viajes los resultados de un experimento fallido, o un cálculo erróneo.
  Otras veces, quizás las que más nos parecen importantes, monopolizamos los sentimientos de culpa y dolor para ahorrárselo a los terceros, o a nuestro entorno. Así que en esencia, lo que se persigue, es evitarle sufrimiento a otros... no un verdadero aprendizaje. 
Y de esta forma, la esencia del error pierde el valor en sí mismo.

  Resulta muy duro, en cualquier caso, que nuestro intento por remediar las cosas sirva de poco y nada. Especialmente, porque otros nos han privado del privilegio de la responsabilidad y posterior madurez, adjudicándose toda culpa, y con ello, todo veredicto posible al respecto de una situación en la que dos individuos no han sabido comprenderse en un momento dado.

  Ahí es donde la verdadera problemática comienza a ramificarse: 
 exentos a la fuerza de culpa y cargos, nos vemos incapaces de saber si finalmente hemos hecho bien o no en apuntarnos una responsabilidad que quizás no era tal, de acuerdo a cómo la otra persona lo plantea.   Entonces, nos sumimos en un viaje acuciante de recuerdos, palabras, gestos y actitudes que van horadando nuestras defensas, nuestro concepto de nosotros mismos, nuestro solaz de seguridad ante lo exterior, al sólo fin de intentar hallar una verdad en medio de tanto sufrimiento, o quizás, en un arrebato de falsa nobleza, de intentar ponernos en el lugar del otro, y cargar tanta culpa como nos sea posible, de acuerdo a cómo en nuestra balanza las heridas de la ausencia y los surcos dejados por las lágrimas hayan resultado.
  ...visto bajo estas observaciones, eso que debía acabar siendo una búsqueda de verdades, para obtener una tranquilidad posterior, se torna en un desesperante hallazgo de cadáveres de sufrimiento.

  No hay mérito alguno en el dolor autoinflingido, aunque pensemos que así haremos a nuestro entorno más feliz. Porque no hay mérito en buscar la felicidad de los demás a costa de nuestro propio sufrimiento.

  El dolor nubla la conciencia, pero también, anestesia la mente. 
  Es más sencillo obviar pensamientos de auténtica autocrítica con un fin preestablecido y un propósito concreto con los nervios gritando de dolor, inundando nuestro corazón de latidos furibundos e irracionales.   Porque inconscientemente, vamos a hacer lo que fuere por evitar el dolor, incluso si nosotros mismos nos lo hemos generado.
  De esta manera, ninguna idea clara podría gestarse. Sería algo tan poco probable como ver nacer al color amarillo de un océano color púrpura. 
  Y de esta manera, cualquier decisión va a ser tomada sin análisis previo; cualquier palabra será escupida sin la buena educación de saborearla previamente; cualquier aparente tentación insensata que arribe a nuestras costas se convertirá en la panacea que creemos haber estado buscando...
  Lo que sea que se nos presente, palabra, obra u omisión, va a estar privada del pensamiento. Y bajo esta premisa, previsiblemente cualquier ruta a tomar será la inmediata.

Todo sea por olvidar el dolor.
Todo sea por olvidar que nosotros mismos, en pos de la felicidad ajena, nos lo hemos generado.

Comentarios

Entradas populares